Ante los últimos acontecimientos acaecidos en la ciudad de East Haven, Connecticut; por la policía de esa ciudad contra los residentes latinos, particularmente ecuatorianos y la visita de fanáticos intolerantes como el grupo “North East White Pride,” empiezo reflexionando, que la felicidad debe ser generalizada, invisible, que se mira con los ojos de espíritu, con espíritu de fortaleza, con espíritu de sabiduría, con espíritu de temor a un ser supremo.
Naturalmente que si los seres humanos fuéramos conscientes de este amor recibido, nuestra respuesta en la vida sería diferente; haríamos en verdad la cultura del amor y no del egoísmo, la cultura de la hospitalidad y no de la xenofobia, la cultura de la tolerancia y no de la desaprobación, la cultura de la diversidad, convivencia y no de la indiferencia, la insensibilidad, rechazo y disgregación.
Recapitulando un poco sobre la emigración ecuatoriana, ésta se originó en la década de las 60 y 70, empujados por una razón fundamental, tan simple como demoledora; una vida digna, y es entendible! porque si usted quiere crecer y siente que se está golpeando la cabeza contra el techo, tratará de buscar un lugar donde el techo sea más alto, donde haya más oportunidades.
No se puede ignorar la realidad: si está sin trabajo y le dicen que hay empleo en la siguiente ciudad, usted va y pregunta, y si es cierto es muy probable que se mude. Pero el hambre y el desempleo, no es el único motivo que han mantenido anclados en la pobreza a los habitantes de los campos y ciudades del Centro y Sudamérica, también lo son la corrupción, la inseguridad política-social, gratuitamente se suman las practicas de las grandes Corporaciones Norteamericanas e internacionales. Pactos de libre comercio se imponen con condiciones que impiden que nuestros países pobres satisfagan la necesidad de sus pueblos.
Flagelados por todos estos azotes y aún con vestigios en sus manos por el fértil humus de nuestros campos, los ecuatorianos desde su llegada han contribuido activamente al creciente desarrollo de esta ciudad y Estado, siendo su principal característica la adaptación rápida y disciplinada a las Leyes y costumbres y el estricto acatamiento y obediencia las Autoridades que gobiernan. Demostrando una apertura natural y espontanea hacia los demás grupos de la sociedad, herencia de nuestro origen mestizo y católico, que nos permite mezclarnos con facilidad y transformarnos sin perder nuestra personalidad propia, llevando al mismo tiempo la cultura predominante hacia formas más humanas, abiertas y multiculturales.
Los ecuatorianos que han emigrado a este país son gente laboriosa, honesta que busca la tranquilidad, la paz para llevar una vida digna y decente. Por su aporte eficaz, responsable y su esmero se han ganado el reconocimiento de las demás comunidades. Muchos de sus hijos se han destacado en este País y estado como profesionales capaces, jueces probos, empresarios honestos, sacerdotes ejemplares, profesores sobresalientes, deportistas destacados, mujeres hermosas y dignas, solidarias y protectoras de sus familias, jóvenes y estudiantes brillantes, trabajadores dedicados a sus labores etcétera, etcétera.
“Estos son mis indios y quedan en mi,” declaró Hernán Cortes en el año 1526. Aquella concepción y sus “libertadores” se sepultaron con la independencia de los pueblos. Pero sí estimulo a recordar a nuestros héroes que abrieron los senderos de la esperanza, la libertad y el desarrollo en un país extranjero, defendamos los agravios y vejámenes con voz propia, pensemos en nuestros hijos, enrumbemos a las próximas generaciones por el sendero de la educación, civismo, los principios morales, y la propia defensa de sus derechos, diseminemos el ejemplo de lo que puede conseguir un pueblo libre y no un pueblo con hombres y mujeres sin voz y soñando con la esperanza de ser defendidos por redentores imaginarios.
Sabemos que la historia es la memoria del tiempo, lo que nuestros abuelos de nuestros abuelos vivieron ayer, es lo que hoy leemos en nuestros libros; lo que hoy vivimos y las decisiones que tomamos será lo que nuestros nietos y sus nietos estudien en un mañana y será el resultado de nuestras decisiones las circunstancias que ellos vivan.
Tal vez, los libros de historia no tendrán escrito nuestros nombres, o dentro de 500 años no se sabrá nada de nosotros, pero fuimos parte de un proceso, la marca de nuestros dedos aun serán testigos de aquello, más allá de nuestro reconocimiento, cumplimos con la parte de la historia que como ciudadanos comunes nos tocó desempeñar…
“No seremos recordados por nuestras palabras sino por nuestras acciones, la vida no se mide por cada aliento que tomamos si no por las cosas que nos quitan el aliento"...
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