viernes, 16 de julio de 2010

Haití no requiere compasión, necesita justicia!

“Una deuda no saldada con la historia” 


“He iniciado la venganza de mi raza…. uníos, hermanos, y luchad conmigo por la misma causa. Arrancad de raíz conmigo el árbol de la esclavitud.” François Dominique Toussaint-Louverture

"Acá no hay nada que hacer. Nunca lo hubo. Ahora menos", decía un joven carpintero de la arruinada ciudad de Puerto Príncipe en Haití, la “tierra montañosa”. Mientras tanto la semana pasada, la Arquidiócesis de Miami, planteó un intento para llevar a ese país a los niños cuyos padres murieron en la hecatombe que ha sepultado la perspectiva de un pueblo que de por si carecía de esperanza, en un plan que busca rivalizar la operación Pedro Pan, que llevó a más de 14.000 menores de Cuba a Estados Unidos en los '60. Es que según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) Haití tiene alrededor de 380.000 niños huérfanos y se cree que el número se acrecentó desastrosamente luego del terremoto.

Por su parte los EE. UU. “de carambola” es el país más cercano (entre los ricos), y considerando que Haití está es su zona regional de influencia, ya desembarcó 2.000 uniformados, mientras que otros 5.000 están en la flota fondeada en aguas Haitianas. Aunque las criticas, aisladas y sin mayor acústica digan que peligrosamente se está manipulando y aprovechando el drama del terremoto para instalar tropas norteamericanas.  Pregunto; ¿Sabrán los ambidextros arqueros de estas inicuas flechas que la incapacidad e impotencia utiliza una red oculta para popularizar el mal?. Esta malla encarcela cualquier información liberada en el viento y la transfigura en contubernio y celos que parasitan el alma humana. De todas maneras el número total de efectivos Estadounidenses llegará a 10.000, con la finalidad de mantener el orden, reforzar la seguridad y mejorar la distribución de la asistencia. Finalmente se cree que después de este desastre muchos haitianos están diciendo que se unirán al éxodo en cuanto puedan, sin importar cuál sea el destino.

“Al derrocarme, sólo se ha abatido el tronco del árbol de la libertad de los negros. Pero éste volverá a brotar de sus raíces, porque son muchas y muy profundas.”  Vaticinaba en 1802 François Dominique Toussaint-Louverture al ser capturado por los franceses. Dominique, quien fue el político y militar más importante de la Revolución haitiana.

Independientemente de las estadísticas e imágenes de sufrimiento y desconsuelo que recorren los noticieros en todo el mundo, éste es un tema de solidaridad compartida y reciprocidad histórica, si tomamos en cuenta las corrientes de libertad dejada por los héroes Haitianos cuando el primero de enero de 1804 con sus valientes hazañas encendieron las primeras luces de emancipación, incentivando a cabalgar a los Libertadores en el resto de naciones en Centro y Sudamérica, estos héroes caribeños colocaron las plataformas de absoluta defensa de la soberanía, que ahora nos permiten mirar el futuro con más confianza.

La primera Revolución haitiana es una de las más importantes en el mundo, inscribiendo con sus nombres el precedente que derrumbaría la disolución de la esclavitud – vasallaje y tiranía - en forma autónoma y perdurable en el tiempo, acelerando de esta forma la muerte del régimen esclavista global y por ende el exterminio del comercio trasatlántico de personas. En virtud de estos antecedentes me aventuro en subrayar que la libertad prevalece sobre todas las dificultades, una señal ardiente de independencia en cualquier parte puede engrandecer los corajes de otra. Así lo entendió; Antonio José de Sucre, Simón Bolívar, San Martin, Artigas, O'Higgins, Santander, Hidalgo, Morelos, Duarte, Bonifácio, Carrera, Martí y el resto de líderes que hoy son considerados “padres de la patria.”

Aun así, esta nación cuya base étnica poblacional tiene en un 95% su origen en habitantes del África subsahariana, está entre los más pobres de todo el continente americano y una de las más desfavorecidas del mundo. El 80% de sus habitantes vive bajo el umbral de pobreza, solo el 52,9% está alfabetizado, el 90% de los niños sufren de enfermedades hídricos y de parásitos intestinales, los casos de tuberculosis son diez veces más altos que el promedio del resto de América Latina. Para rematar, la mayor parte del suelo está formado por infecundas  montañas, fuertemente erosionadas por la descontrolada deforestación, lo que ha llevado a la superficie selvática de Haití en cuatro décadas del 60% a menos del 2%.

Este territorio pequeño, pero característicamente fustigado y privilegiado por la naturaleza no siempre fue así: los franceses hicieron de Haití la base de operaciones comerciales más importante de todo el Mar Caribe. Fundaron Port de Paix y producían a gran nivel café, algodón, azúcar y otros productos primarios que abastecían a la mayor parte de Europa.

Haití es, por su historia, mucho más que un país bañado por las aguas de un mar transparente. Algunos historiadores subrayan la importancia del vudú como instrumento cultural en la que los negros descansaban para tolerar el exilio físico y espiritual al que fueron condenados, aplaudiendo con nostalgia algún ritual vudú a escondidas de quienes no los creían humanos. Es notable la utilización como religión oficial que se hizo del vudú, considerado como uno de los antecedentes del punto de partida de la Revolución Haitiana, una ceremonia “pacto” que hiciera el sacerdote vudú Boukman.

El vudú en América ha sido un fuerte referente para la cultura popular, debido a la atribuida capacidad de los bokor (que usa su poder para el mal "brujo") para resucitar a los muertos y hacerlos trabajar en su provecho (zombies), así como la de provocar la muerte a voluntad. No obstante, a criterio de muchos existe una extensa bibliografía y filmografía al respecto, que ayuda a desfigurar y “demonizar” la religión de más de 40 millones de adeptos en el mundo.

Escalofriantemente escribo y aclamando misericordia pienso en lo que dijo el Padre Pío Pietrelcina, “¡No miréis durante el terremoto porque la cólera de Dios es Santa! Aquellos que no cumplan este aviso morirán instantáneamente.”

Haití no merece éste tipo de vida, no merece los millares de cadáveres en las calles. Tomemos en serio la solidaridad global, abandonando los prejuicios de raza, religión y nación. Haití no requiere compasión, necesita justicia. Haití, necesitará más cuando los reflectores de las cámaras se apaguen y ya no sea noticia del día. Que Dios nos ayude a ser inclaudicables con los principios de paz, misericordia y justicia.

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